Desde abril de 2023, Sudán se encuentra sumido en un conflicto abierto entre el Ejército sudanés (SAF) y las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF), que ha dejado a millones de civiles atrapados entre combates urbanos, limpieza étnica y ataques sistemáticos a la población. Tras la caída de Omar al-Bashir en 2019, el país quedó sin una transición civil consolidada, lo que permitió que los grupos militares y paramilitares se disputen el control de territorios clave como Darfur y Kordofán, ricos en recursos minerales, mientras el Estado colapsa y los servicios básicos, incluidos hospitales y escuelas, quedan inoperativos.
La crisis humanitaria se ha profundizado con desplazamientos masivos, hambre y violencia sexual generalizada. Según la ONU, casi 12 millones de personas han tenido que abandonar sus hogares, mientras que más de 24 millones enfrentan inseguridad alimentaria severa. Los hospitales colapsan y los comedores humanitarios han cerrado en gran parte, mientras la educación de casi 19 millones de niños se ve interrumpida. Médicos Sin Fronteras informó que entre enero de 2024 y marzo de 2025 atendieron a 659 supervivientes de violencia sexual en Darfur Sur, en su mayoría mujeres y niñas, muchas víctimas de miembros de las fuerzas armadas.
El impacto del conflicto se refleja también en la infraestructura y la vida cotidiana de las ciudades. En Jartum, puentes destruidos, mercados calcinados y hospitales convertidos en cuarteles muestran la devastación. Familias enteras huyen dejando atrás hogares vacíos, mientras comunidades rurales no reciben ayuda humanitaria desde hace meses. La ONU y organizaciones médicas advierten que la guerra no solo mata directamente, sino que impide la supervivencia de la población civil, consolidando a Sudán como el epicentro de la peor crisis humanitaria del mundo.
